Las plantas medicinales son un muy usado y antiguo recurso terapéutico, las que se han utilizado como fuente de preparados medicamentosos, tanto en forma de infusión para uso oral o como cremas externas. Actualmente se sabe que las propiedades de las plantas se deben a la presencia de principios activos o constituyentes con acción terapéutica, que estas poseen y que permiten aliviar distintas patologías.
En Chile, se les conoce como “fitofármacos” y, dado que son un producto farmacológicamente activo se rigen por las disposiciones del Reglamento del Sistema Nacional de Control de los Productos Farmacéuticos de Uso Humano del Ministerio de Salud. Por lo tanto, se les exige demostrar su calidad, seguridad y eficacia.
El Instituto de Salud Pública realiza el proceso de registro de cada fitofármaco, el que actualmente alcanza a 373 registros que están sujetos al control y fiscalización del ISP y son de venta exclusiva en farmacias, lo que asegura al usuario un producto confiable para su utilización.
En el contexto anterior, existen fitofármacos de libre venta y otros que son necesariamente dispensados bajo receta médica. Esto, porque las patologías a las que apuntan a tratar los ingredientes herbarios deben ser previamente diagnosticadas por un facultativo, debe tener seguimiento por parte del médico y además deben prever la posible interacción de este producto con otro medicamento.
De los 373 registros vigentes de fitofármacos, más de 90 de ellos son con expendio bajo receta médica.
Actualmente las plantas medicinales de uso más común reconocen como origen las fuentes nativas usadas principalmente por pueblos originarios, además de especies asilvestradas traídas por los europeos, las que constituyen un importante recurso terapéutico.
Estas plantas son empleadas como materia prima que utilizan con menor o mayor grado de industrialización los compuestos que se derivan de ellas, dando origen a los fitofármacos.